Experiencia Patagónica: llegando a Bariloche con LAN

Entre lagos y montañas de múltiples nombres, allá donde de la mano de Francisco Moreno se plantaron las banderas del primer Parque Nacional del país, se encuentra San Carlos de Bariloche. Ciudad no es un término suficiente para su grandeza, que se extiende kilómetros alrededor de su centro cívico y logra maravillar ojos de todo el mundo.

El 20 de mayo, felizmente invitados por la aerolínea LAN y el hotel Llao Llao, emprendimos una expedición a estas tierras patagónicas como parte de un grupo de prensa. Nos encontramos en el Hall B del aeropuerto de Aeroparque e hicimos el check-in en los mostradores de la aerolínea. La atención fue excelente desde el comienzo: una persona de la empresa organizaba la fila, el personal era amable e informativo. Todo empezaba muy bien.

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Airbus 320 de LAN en Aeroparque

Luego de una breve hora de espera, la puerta 15 dio lugar al encuentro con el vuelo 4348. Dos colectivos hicieron el trabajo de piernas veloces para llevarnos hasta el Airbus 320. El personal, con una sonrisa en la cara, nos saludó y dio la bienvenida a la aventura. Al tratarse de un vuelo de casi dos horas, el snack superó lo esperado: una cajita Havanna con galletitas dulces, saladas y un alfajorcito y todas las bebidas deseadas, con posibilidad de repetir y elegir entre café, té, gaseosas, jugos y cerveza. Despegue, vuelo y aterrizaje fueron excelentes. Charlamos con la azafata, bebimos cerveza, brindamos y sobrevivimos a la leve turbulencia.

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Llegados al aeropuerto de Bariloche, nos recibió la lluvia y el frío. Pero el paisaje valía la pena; ya se veían los picos nevados y el otoño se completaba idealmente. Recuperamos nuestras valijas en menos de 15 minutos y caminamos por las salas vidriadas hacia un cartel que decía «Hotel Llao Llao». Los 36 kilómetros (que se traducen en 40 minutos) que separan el aeropuerto del paisaje idílico que rodea al hotel pasaron volando entre los relatos y explicaciones de Matías, guía de la empresa de viajes Dannemann. Sin dejar de mirar el Nahuel Huapi, hipnotizados por las montañas que podían verse a través de la lluvia, comprobamos con nuestros propios ojos que la última erupción del volcán no impedía disfrutar de la belleza de Bariloche. A tan solo un mes del evento, no quedaban restos del Calbuco y, para completar nuestra suerte, había empezado a nevar.

Esta es la primera parte de nuestra «Experiencia Patagónica» en Bariloche. ¡No te pierdas la continuación!

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