El estadio de Maracaná (Rio de Janeiro): expectativa versus realidad

El día que llegamos a Rio de Janeiro (Brasil) nos enteramos de que había un partido de fútbol de la copa carioca en el Estadio de Maracaná. El encuentro enfrentaría al Fluminense contra el Vasco da Gama y, según leímos en el sitio web de uno de los equipos, los tickets se podían conseguir el mismo día en el estadio por R$ 50.

Gran parte del grupo viajero decidió ir, así que unas horas antes de que empezara el juego fuimos a la estación de subte para adquirir nuestras tarjetas de transporte y arrancar la aventura (más info sobre el tema acá). Sí, digo aventura porque en nuestra mente íbamos a un descontrolado evento deportivo con chances de terminar atrapados con una banda de torcedores borrachos en los barrios heavy de Rio de Janeiro. Por esta bellísima primera expectativa (#Ironía), decidimos no llevar celulares ni mochilas, solamente algunos reales en los bolsillos.

El recorrido hasta el estadio tomó unos 40 minutos y fue súper tranquilo. Bajamos a unos metros del Maracaná y tuvimos que caminar y preguntar bastante hasta llegar a la boletería más cercana, que era la del Vasco da Gama.

En las inmediaciones del estadio, había muchos vendedores callejeros, fanáticos de ambos equipos y gran presencia de control policial; realmente todo estaba calmo. «Seguro se va a poner complicado cuando termine el partido», pensamos, y entramos al recinto.

Pasamos los controles de seguridad, chequearon nuestro ticket y empezamos a caminar hacia la enormidad del Maracaná. De pronto llegamos a uno de los halls y resultó que era una especie de shopping deportivo con opciones gastronómicas, pantallas con indicaciones, puestos en los que te podías hacer masajes o cortarte el pelo. ¡Nada, pero nada, que ver con lo que nosotros habíamos imaginado! Los baños estaban impecables, (hasta tenían bebederos con agua fría disponible), al igual que las butacas y el aspecto general de todo el lugar. Quisiéramos mostrarles fotos, pero no llevamos el celular 🙂

No había empezado el partido todavía y ya estábamos dándonos cuenta de que nuestras expectativas estaban demasiado lejos de la realidad. Después nos copamos con los goles, nos hicimos del Vasco (que terminó ganando) y nos fuimos algunos minutos antes del final para evitar las aglomeraciones.

Cuando salimos escuchamos los festejos del tercer gol del Vasco; no había casi nadie afuera, sólo comerciantes y policías. Llegamos a la estación de subte y nos subimos al último que salía esa noche, justo a tiempo.

En ese momento, entre el cansancio y la emoción, reflexionábamos sobre cuán distante de la realidad había estado nuestro prejuicio temeroso y de extremo cuidado. Con esto no estamos diciendo que no sean precavidos o que en Río no puede haber situaciones de inseguridad, más bien usamos el ejemplo concreto para pensar en cómo nos predisponemos frente a los lugares y situaciones cuando estamos de viaje y cómo la realidad tantas veces se la arregla para chocarse contra todas las expectativas, sean buenas o malas. Ya lo escribió Mark Twain: «Travel is fatal to prejudice, bigotry, and narrow-mindedness».

• Consultá nuestros otros relatos de viaje por Brasil

---

Nota: Esta publicación puede contener links de afiliación por los cuales recibimos una retribución económica en caso de que realicen una compra o contratación, sin esto implicar un gasto extra para ustedes. Más información.