La película de las nadadoras, un mendigo tembloroso y una charla en Atenas
Estaba yo en Atenas, la bella capital griega. Más precisamente en el centro, en la calle Ermou, una vía peatonal que concentra gran cantidad de negocios locales e internacionales. Allí podemos encontrar locales como H&M, Zara, Pull & Bear, etc.
Ese tipo de lugares no es de mis favoritos, tengo una especie de incapacidad para permanecer mucho tiempo dentro de un local comercial, pero estaba esperando a mis compañeras de viaje mientras hacían algunas compritas.
Así que mientras tanto tomaba alguna foto, respondía algunos mensajes, contemplaba lo que ocurría en esa concurrida peatonal ateniense…
Fue así que me quedé mirando a un mendigo que estaba recostado casi en el medio de la peatonal, tapado casi completamente con una delgada manta; sólo quedaban a la vista la parte inferior de sus piernas. Era invierno, estaba fresco, las piernas del mendigo no paraban de temblar. Lo que me resultó llamativo y despertó mi suspicacia es que, a lo largo del día, ya había visto tres o cuatro mendigos utilizar esa misma técnica en distintos puntos de la ciudad.
En eso se me acerca un señor de unos 55 años, le faltaban unos dientes y caminaba con dificultad, se asistía con un bastón, y me pregunta en un inglés bastante bueno si ese hombre, el mendigo tembloroso, era griego. Le conté que yo era un extranjero visitando la ciudad por pocos días, que realmente no sabía si era griego o no, y nos pusimos a conversar.
En estas charlas casi siempre se inicia preguntando de dónde es cada uno. Yo fui primero, «de Argentina», le dije y conversamos sobre Maradona, sobre Messi y la reciente victoria argentina en el Mundial de Qatar 2022. Después llegó el turno del señor, él era de Siria.
Algo que no les conté sobre el señor es que tenía en su cara una expresión que denominaré «curtida», alguien que parecía haber pasado por muchas y serias dificultades, de esas que uno ve en las películas.
Efectivamente, cuando me dijo que era de Siria se me vino a la mente la película de Las nadadoras. Trata sobre las chicas que dejaron su Siria natal rumbo a Estambul huyendo de la guerra, luego fueron en bus al sur de Turquía y embarcaron junto a otras personas en una desbordada y desvencijada lancha hacia las costas de Grecia, con el fin de obtener el estatus de refugiadas en Europa y poder comenzar una nueva vida. Lo que sucede en esa película es muy duro y está muy bien representado; si no la vieron, se las recomiendo.
Lógicamente conversamos sobre Siria. Él también había dejado su tierra para dirigirse a Estambul «con lo puesto» y un bolso, él también había cruzado a Grecia en una pequeña embarcación llena de gente, también había visto quedar en el camino personas que transitaban su mismo camino hacia Europa.
Los dientes que le faltaban y su pierna lastimada fueron producto de golpes que recibió en su viaje hacia Europa. Él era armenio, cristiano, algo que, según me relato, le trajo más de un problema tanto en su Siria como en su paso por Turquía.
Me mostró la identificación que le había emitido el gobierno griego, la tenía colgada con una cinta alrededor del cuello. Me contó sobre su hermana que fue asesinada en Siria, sobre sus hijos que escaparon hacia el Líbano. Su expresión era la misma del principio, «curtida».
Conforme la charla nos fue acercando me contó que se encontraba desconcertado: solo, sin trabajo, vagando por un país extraño, como ahora que estaba caminando por Ermou porque sí nomás, sin nada para hacer ni nadie con quien charlar.
Reflexionamos un poco sobre la vida, claro que yo no podía siquiera imaginar lo que él había sufrido. Intenté darle un mensaje de esperanza, le sugerí conectarse con grupos de personas refugiadas, con las ONG que ayudan a personas en si situación, pero su tristeza era más básica, provenía de un lugar profundo en el dolor y en el tiempo.
Me agradeció el tiempo que compartimos, nos saludamos con un respetuoso y sincero apretón de manos y lo dejé ahí, vagando por Ermou. Cabe aclarar que nunca me pidió nada, sólo conversamos.
Fue duro, pasaron unos días y sigo pensando en él. ¿Habrá podido conectar con alguien que le brinde apoyo? ¿irá mejorando un poquito su situación? Yo, por mi naturaleza principalmente optimista, TENGO que pensar que sí.
¡¿Quién me manda a mí a no querer entrar a tiendas comerciales y vincularme con la gente local?!
Ya que estamos, les dejo otras experiencias con gente local:
- Viajando se aprende algo de historia (a veces de manera inesperada)
- Visité el McDonald’s más lindo del mundo (sí, fui a un McDonald’s estando en Europa, pero puedo explicarlo)
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Gracias, Cintia, por compartir tan humana y profunda historia,,, Enorme capital ése que nos dejan siempre los viajes.
(perdón, leí el post como que lo hubiera escrito Cintia…).
No hay problema, Ana, Cintia estuvo allí, bien cerca de esta historia.
Que hermoso relato … me estremeció y si es verdad que las mejores experiencias de los viajes las dan las personas que habitan los países . Gracias por compartir
Contentos de que te haya gustado, Cin. Sí, realmente fue algo movilizador.
Todos debemos conocer gente que tuvo que o quiso emigrar. Con sus aventuras y desventuras. Pero sin dudas estos casos donde prácticamente fueron desterrados son durísimos. Imposibles de imaginar.
A propósito, es muy buena la película y muestra, creo que muy bien, todo lo que esto implica.
Muy difícil de imaginar realmente.
No sé cuál de los dos llego primero, sé que los dos huían del hambre que había dejado la primer guerra mundial en Europa. Mi abuela reciente enviudada pudo venir solo con una de sus dos hijas, la otra se quedó con unos parientes esperando que ella pudiera juntar la plata del pasaje en barco. Por qué eligió Argentina no lo sé, nunca me lo dijo. Mi abuelo trabajaba en el molino del pueblo, era el único que sabia como hacer funcionar ese gran motor de un solo pistón. Pero después de la guerra no había grano que moler, así que el estaba sin trabajo, cuando vio descargar toda esa carne de un barco frigorífico que venia de Argentina no lo dudo, ene ese pais quiero estar. Los dos vieron solo, sin habar el idioma para nada, a mi abuelo todavía le quedaban resabios de el italiano aunque hablaba perfectamente el castellano. Mi abuela también hablaba bien y no se le mescaban palabras, solo seguía manteniendo esa pronunciación tan típica del norte de Portugal donde la boca apenas se abre para que pasen las palabras. Se que se conocieron en la pensión, Se que mi abuelo crio a esas dos niñas como si fueran sus hijas, sé que tuvieron un solo hijo que tuvo que tuvo que huir del pais en el 76 para convertirse en uno de los mejores científicos de Europa en su especialidad. Se que se amaron hasta el fin de sus días y que formaron una maravillosa familia superar todo el dolor y sufrimiento de esos primeros años cuando llegaron solos y sin conocer a nadie.
Gracias por compartir la historia de tu familia, Álvaro.
Imaginamos que la fuerza de la juventud los ha impulsado a ir hacia adelante, algo que este señor ya no tenía.
Tenes mucha razón que la etapa de la vida es muy distinta pero creo que la fuerza interior tiene que ver con otras cosas mas que con la edad. Muy linda tu historia también, esperemos que el protagonista pueda salir de este mal momento que esta pasando y que sin sentido que son las guerras,
Creo que lo mejor que hiciste fue no entrar a las tiendas y poder conversar con ese señor. Evidentemente sos una persona sensible y observadora. De mis viajes (que no fueron muchos) lo que más recuerdo son las historias de vida que pude recoger.
Gracias x la recomendación de la peli. Saludos!
Hola, Sandra,
Espero que te guste la peli, quizás esta pequeña historia colabore en apreciar un poco más la realidad que describe.
Saludos
Excelente película, vale mucho la pena verla y lo más triste es que no es ficción.
Me recuerda mucho un drama que Siria ya vivió hace más de un siglo. Mis abuelos paternos era sirios y siendo él un adolescente y élla una niña debieron huir de Siria allá por el 1900. Siria en aquel tiempo era parte del imperio otomano y ellos cometieron el «pecado» de haber nacido en familias cristianas. El tiempo los unió en la ciudad de Bahía Blanca donde trabajaron y formaron sus familias, en un país donde yo, como tantos otros, nacimos por casualidad casi al otro lado del planeta por culpa de la intolerancia.
Es increíble lo que fuerza la intolerancia. Gracias por compartir la historia de tu familia, Néstor.